Pues, bien, el Peronismo por suerte es abundantísimo en textos doctrinarios que fueron plasmados por su fundador y alma pater para asegurar su continuidad y trayectoria. A fines del siglo XX dos universidades publican una fabulosa colección de más de 40 tomos con discursos, textos y libros dados a conocer por Juan Perón a lo largo de su extensa vida política. Allí está todo, o casi todo, porque una de las particularidades de aquél ha sido la de escribir y hablar sobre cualquier tema o asunto, muy contrario a lo que señalan las generales de la ley respecto de otros camaradas de igual o inferior rango al suyo, tendientes más bien al secretismo, la discreción y las palabras medidas.
Ante los Delegados del IV Congreso Obrero Textil, en una reunión que tuvo lugar el 15 de septiembre de 1952, Perón se refirió al ahorro, a la situación económica y a pergeñar los posibles escenarios con que puede encontrarse la economía nacional teniendo por actores al Estado, los Obreros y los Patrones.
Hasta el año 1943, que es cuando se produce el único golpe de Estado nacionalista de todo el siglo XX, la situación de esas tres fuerzas dejaba ver un Estado desorganizado y tanto a obreros como patrones en igual pésima condición. O sea, la configuración de una nación completamente desorganizada y dispersa. Continuaba advirtiendo Perón, que en aquel presente (año 1952) la situación se configuraba con un Estado organizado y Obreros en idéntica condición, pero con Patrones aún desorganizados, mas no conforme con eso, para el Peronismo –decía su creador- lo ideal era que todos los sectores estén adecuadamente organizados, incluso los Patrones. Así lo manifestaba:
“Si los industriales tuvieran una
organización como la que tienen ustedes [los obreros], podrían arreglar muchas
industrias antieconómicas, prestándole ayuda para que no se hundan, dándoles
asesoramiento, haciendo que hagan una buena organización, mejorando su
maquinaria, mejorando su producción y mejorando su administración…”
Sostenía que a la patronal le faltaba “conciencia social”, y alentando el principio de la armonía de clases con que la doctrina peronista ahuyentaba el fantasma destructivo del comunismo y su lucha de clases, sostenía Perón que “No sólo el pobre debe unirse. Debemos unirnos todos, porque el día que todos estemos unidos en una sola causa –la nacionalidad-, cuando estemos todos al servicio de la República Argentina, no habrá aquí más problemas. Los hay ahora, algunos, porque todavía no nos hemos unido suficientemente los argentinos”. Vaya este mensaje para contrarrestar los lamentables tiempos que corren, tan proclives a ungir periódicos desgobiernos que prefieren continuar agrandando la grieta para desmoralización de los ciudadanos y quebranto del país.
La comunidad organizada perseguía por igual “fines espirituales y materiales” para el progreso social de cada individuo, y para ello jamás iba a echar mano de la mendicidad o el asesinato de unos contra otros. El peronismo original fue el portavoz de un colectivismo de signo individualista, según dijera el mismo Perón en su obra “La Comunidad Organizada”, por eso en último término lo que se buscaba era que el individuo, dentro de la comunidad nacional, “pueda realizarse y realizarla simultáneamente”.
“Muchas veces lo he dicho: necesitamos brazos, cerebros y capitales. Pero capitales que se humanicen en su función específica, que extraigan la riqueza del seno de la tierra en el trabajo fecundo y que sepan anteponer su función social a la meramente utilitaria. Rechazo, en cambio, y formulo mi más enérgico repudio al dios del oro, improductivo y estático, al supercapitalismo frío y calculador.”
MACRI, TECHINT, BULGHERONI Y ACINDAR: EL AMPARO PERONISTA
Bajo este criterio, una buena cantidad de empresarios,
de esos que hoy componen la Unión Industrial Argentina (UIA), nacieron al
amparo de las reglas equilibradas del peronismo fundante.
El extinto Franco Macri, quien creara uno de los conglomerados empresariales más formidables del país, llegó como inmigrante el 6 de enero de 1949 merced a las puertas abiertas con que el gobierno justicialista le dio la bienvenida a la inmigración de posguerra. Se anotó gratuitamente en la Facultad de Ingeniería de la UBA en 1951, aunque luego abandonaría esos estudios. El mismo año en que se produce el golpe de Estado de la “Revolución Libertadora”, Giorgio Macri, padre de Franco, inmigrante venido con una mano atrás y otra adelante, pudo abrir su primera constructora llamada Vimac S.A., empresa madre desde la cual comenzaría a crecer el emporio familiar.
La historia sobre el origen de Techint, el otro monstruo empresarial de la Argentina, también tiene sus primeros pasos gracias a las reglas económicas y financieras del peronismo fundacional. La familia Rocca –Agostino y su hijo Roberto- arribaron al puerto de Buenos Aires el 22 de marzo de 1946, alojándose en el City Hotel. Casi un año más tarde (febrero de 1947, cuando ya era Presidente de la Nación el teniente general Perón), en la sede ubicada en la calle San Martín 195 y con un plantel de 15 personas, se crea Techint (Compañía Técnica Internacional Sociedad Anónima).
Tan próspero le fue durante esos años de gobierno peronista, que en 1948 Agostino Rocca logra fundar LOSA (Ladrillos Olavarría), y en 1949 Construcciones Metálicas Argentinas (COMETARSA).[1] Una publicidad de Techint aparece en la revista oficial del régimen justicialista, “Mundo Peronista”, en salteadas pero continuas ediciones, como la aquí expuesta perteneciente al Nº 51 del 1º de octubre de 1953. Tal crecimiento no cesó en ningún momento durante el peronismo, pues en 1954 Agostino Rocca va a crear SIDERCA, dedicada a la fabricación de tubos de acero en la localidad de Campana, provincia de Buenos Aires.
Pasamos ahora al conglomerado Pérez Companc, quienes también solicitaron publicitar sus servicios marítimos -uno de sus rubros, claro- en la revista "Mundo Peronista" tal como se da a conocer en esta nota. El anuncio es del número 40 aparecido el 1º de marzo de 1953. ¿El peronismo original de verdad creen que fue "anti-patronal" o "empresa privada"? Hasta la familia Bulgheroni, dueña del gigante del petróleo privado, tuvo un primer golpe de suerte en el año 1953, según lo aclara el periodista Luis Majul:
“Don Alejandro Ángel Bulgheroni fue un hombre que cumplió siempre con la palabra empeñada. Y también aprovechó, igual que lo hace hoy Carlos Alberto, todas las oportunidades que se le presentaron para acumular más riqueza.
“La primera ganga la consiguió en 1953. Fue cuando compró a un precio irrisorio junto a sus socios Julio Juncosa Seré y Juan Taboada, el frigorífico Wilson. Los ingleses decidieron abandonarlo ante las presiones de los sindicalistas de Perón.
“El segundo “golpe de suerte” se le dio en 1955, el día en que la llamada Revolución Libertadora consideró que la operación del Wilson era irregular e hizo abandonar del país a sus socios, pero no dijo ni mu del comportamiento de Don Alejandro, quien se quedó con todo…”[2]
En el postrer del Peronismo –abril de 1955-, el coloso de la siderurgia ACINDAR daba datos concretos de un crecimiento sostenido para sus arcas. De 3506 toneladas que produjo en 1943, pasó a 15.724 en 1946 y, cuatro años más tarde, a 60.147 toneladas de acero. Para 1954 esa cifra se habría de elevar a 231.155 toneladas, es decir una productividad 65 veces mayor que al comienzo. Ahora, no solamente habían obtenido ganancias los de la patronal sino que también lo habían hecho los trabajadores, ya que ACINDAR tenía un plantel de 453 obreros en 1943 que, por las mejoras de un sistema justo y equilibrado de gobierno, llegó a ocupar a 2229 de ellos al cabo de doce años. Y mientras que un obrero en 1943 necesitaba trabajar un promedio de 247,7 horas para producir una tonelada de acero, en 1954 esa cifra disminuía considerablemente a escasas 19,6 horas por trabajador de la siderurgia. Los números, entonces, otorgaban mejorías tanto para el capital como para el trabajo, o, dicho de otra manera, ecuánimes ganancias y beneficios para los dueños de los medios de producción y para los que aportaban la mano de obra.
ACINDAR tuvo su primer espaldarazo a partir de que fuera creada, en 1947, y a instancias del general Manuel Savio, la Sociedad Mixta Siderúrgica Argentina (SOMISA). Entonces, tanto el Presidente Perón como el general Savio impulsaron el Plan Siderúrgico Nacional que, teniendo por impulsor al Estado en materia de producción de acero como industria estratégica para el país, también resultó en un llamado a los capitales privados del sector –entre ellos ACINDAR- para la fabricación de productos afines.
Suficientes estos párrafos, entonces, para aclarar la diatriba infundada del Peronismo “anti-patronal” o “anti-empresa privada” con que, de forma embozada, nos pretenden confundir los medios masivos de comunicación y los políticos rentados del sistema.