La nota que
sigue la redacté el 16 de julio de 2014, a pocos días del estrepitoso fracaso
de la Selección Argentina de fútbol que perdió la final con Alemania en el
Mundial Brasil 2014. Entonces, como ahora, ratifico lo aquí expuesto, en la
seguridad de que la decadencia infame del fútbol local, promovida por la
corrupción política, está en su peor etapa deportiva de la historia. Punto y
aparte.
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INDUSTRIA
Y DIVISION INTERNACIONAL DEL TRABAJO: FINAL ANUNCIADO DEL FUTBOL CRIOLLO
En un olvidado y extenso reportaje de cien
preguntas que le hicieron al doctor Carlos Salvador Bilardo para la revista El
Gráfico el 13 de junio de 1995, éste ya auspiciaba la supremacía de los
multimedios por sobre la destreza y la naturaleza del fútbol. Aquella vez, ante
la pregunta de si la televisión controlaba al nombrado deporte, Bilardo dijo:
“En-el-mundo, ¿eh? Yo lo veía venir desde hace muchos años: estadios para no
más de 45.000 personas y el resto por televisión”. ¿Cuántos le prestaron
(prestamos) atención a lo que decía el ex director técnico campeón en México
1986? Sin embargo, no fue el primero en observar el predominio de la tecnología
por sobre la natural prestancia del jugador.
En Fútbol,
dinámica de lo impensado (1967), el maestro Dante Panzeri ya hablaba –y se
anticipaba- sobre la decadencia actual que habría de padecer el fútbol
argentino con la llegada de los “ídolos
inventados” por los medios publicitarios, los cuales iban dejando a un
costado a aquellos ídolos natos que no eran parte de la nefasta “industrialización del espectáculo”
deportivo, que, justamente, le hacía perder al fútbol este último
carácter.
Promediando los años 60 del siglo XX, Panzeri
aborrecía del nuevo y decadente fenómeno que asomaba en el fútbol de nuestro país,
en el que los medios de comunicación y publicitarios (televisión, radio,
Internet, redes sociales, etc.) iban estructurando a un nuevo “jugador egoísta-angustiado” en
detrimento del antiguo “jugador
altruista-despreocupado” que salía a la cancha a hacer delicias con la
pelota. De este modo –sostenía-, desaparece la esencia del fútbol para dar paso
a jugadores cada vez más estructurados, limitados en sus funciones específicas
y configurados, por ende, para satisfacer los gustos multimillonarios e insaciables
de las firmas multinacionales que ahora, en la fiebre del negocio deportivo,
van a porcentaje en la venta de tal o cual deportista. Messi, por ejemplo,
tiene aseguradas sus piernas por cifras millonarias…¡y guay de ir a trabar
fuerte una pelota en un partido de fútbol!
“REVOLUCION
INDUSTRIAL” DEL FUTBOL
Panzeri da en la tecla al sostener que en el fútbol
criollo “La sustitución de lo
improvisado” se debe a “la
obediencia sistematizada y tediosa de lo previsto con sentido de
“productividad” que no arroja una mejor producción de espectáculo, ni
efectividad futbolística”. Pregunta sin ánimo de ofensa: ¿No ha sido Lionel
Messi, por ejemplo, un típico caso de “jugador
angustiado” por la inmensa presión de las firmas multinacionales que lo
usaron como su vedette? Ya hablaremos sobre el rosarino más adelante. Por
ahora, van pequeñas preguntas retóricas en base a un excelente libro de 1967
que tiene pasmosa actualidad.
Otra arma mortífera para el “fútbol atorrante”, que
marcó los mejores años de nuestro fútbol entre 1930 y 1950, y del cual bebieron
los Maradona allá en los potreros más lodosos del sur del Gran Buenos Aires, ha
sido –dicho en palabras del maestro Dante Panzeri- “el desmesurado dinero en juego”. ¿Cabe alguna duda al
respecto?
Un abultado contrato que ligaba a Juan Sebastián
Verón con el club inglés Manchester United, le ocasionó defeccionar durante el
Mundial de Fútbol 2002 disputado en Corea del Sur-Japón. Ante la amenaza de su
desafectación en el Manchester, y debido al “desmesurado dinero en juego”, Verón optó por asegurarse la
renovación de su contrato con el club inglés al arrojar, durante el partido
Argentina-Inglaterra jugado en ese Mundial, varias pelotas fuera del campo de
juego al dar pases a donde no había ningún colega nacional. Por esta distorsión
que ocasionó la “industrialización del
juego”, es que el pueblo argentino ha tildado para siempre a Verón de
traidor. El dinero reemplazó al talento, al jugador que en sus orígenes fue
desprejuiciado y desfachatado, vivaz. A todo esto se anticipaban las páginas
vaticinadoras de Dante Panzeri.
Hay términos que se repiten en cualquier esfera de
la humanidad. En este caso, la “Revolución
Industrial” del fútbol significó su ocaso como deporte. El monstruo
mediático y científico aplicado al “futbol atorrante”, terminó por destruir lo
bello de esa actividad, pues deshumanizó al jugador, al tiempo que metodizó lo
que ayer era espontáneo. El potrero –escuela de las máximas figuras de nuestro
otrora glorioso fútbol argentino- dejó paso al club y los controles, a los
cotos cerrados, al no contacto con el medio ambiente. Y mientras salía la
naturaleza del ámbito, ahora entraban –para quedarse- las marcas, la tecnología
y los negocios.
Panzeri veía ya la locura colectiva gestada alrededor
de los nuevos jugadores-estrella, los cuales pasaron a ser meros ejecutores de
lo que las marcas que los auspiciaban les mandaban realizar. Un fútbol profesionalizado,
deshumanizado, “no puede seducir (…)
carece de alegría. El fútbol ha matado su alegría para dar paso a la afirmación
de su “seriedad” e importancia comercial”. Esto que sigue, puede que lo
haya vivido Messi durante todo el Mundial 2014, al no poder sostener la presión
que sobre él ejercían las firmas que lo anunciaban en las publicidades: “No puede sonreír quien está angustiado; no
puede hacer sonreír a otros quien no está en estado de ánimo de sonreír, puesto
que lo absorbe la angustia de lo serio que está jugando, valga la contradicción
tan propia del fútbol en su actualizada manera de jugarse”.
DIVISION
INTERNACIONAL DEL TRABAJO: LOGICA IMPERIALISTA DEL FUTBOL
La siguiente analogía entre nuestro actual fútbol
argentino y la División Internacional del Trabajo impuesto en la Argentina, por
Inglaterra, a fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX, tiene mucho de
verdad y de tragedia.
Hay que manifestarlo con extrema contundencia: el
fútbol criollo ha sido colonizado por un esquema histórico de imperialismo
foráneo y entregadores internos. Al producirse en la historia la primera y más
famosa “Revolución Industrial” de la mano de Inglaterra (1770-1830), con la
invención de la máquina a vapor, aquella nación empezó a idear un esquema
universal en el cual subsistirían a posteriori, en desiguales condiciones de
existencia, países ricos
(industrializados) y países pobres o
subdesarrollados (proveedores de materias primas).
Los primeros (países
ricos), con su nueva mecanización, lograron una productividad excesiva que
los impulsó a colocar sus bienes manufacturados y sus capitales en aquellos
mercados mundiales conocidos e inhóspitos. Inglaterra, la gran beneficiada en
todo este proceso financiero-industrial expansionista, quiso imponer por la
fuerza de las armas estos principios en nuestro país en 1806 y 1807 (Invasiones
Inglesas), las cuales fueron rechazadas por el criollo alzado en armas y por
regimientos tanto españoles como argentinos.
Sin inmiscuirnos en el detalle cronológico de
nuestro devenir, sí es preciso observar que, una vez derrotado Juan Manuel de
Rosas en 1852, la Argentina hizo su humillante entrada triunfal al esquema de
la División Internacional del Trabajo,
eufemismo poco hiriente a través del cual se intentó ocultar esta arbitraria
separación de países ricos y países pobres. Políticos autóctonos sesudamente adoctrinados
y educados en Inglaterra, o bajo sus rígidos principios expoliadores, asumieron
los cargos más importantes para entronizar a la Argentina hacia su fatalidad.
Los centros de poder mundial, entonces, se vieron
en una inmejorable situación para poder extraer nuestras materias primas a muy
bajo costo, abultando las ganancias de la oligarquía local y llevándose para
Inglaterra –principalmente- esos bienes que luego, en un cerrar y abrir de
ojos, nos lo vendían ya manufacturados o elaborados a un precio muy superior al
que se fueron en primera instancia. Para ello, los británicos habían puesto sus
capitales sobrantes para crear la red ferroviaria que surcaría todo el
territorio argentino, red que, vista desde los aires, tenía una insospechada
figura de abanico cuyo vértice se centraba en el puerto de Buenos Aires, donde
las materias primas cargadas salían, con suma rapidez, hacia la Inglaterra
industrializada, que siempre estaba ávida y deseosa de seguir poniendo en
funcionamiento su maquinaria con el incalculable y barato aporte de nuestros
suelos y bienes virginales.
Aunque la mayoría no lo había advertido, algunos
pensadores sí sabían de qué se trataba todo ese sistemático saqueo de nuestras
riquezas. Raúl Scalabrini Ortiz, preclaro pensador de lo nacional, todavía
andaba denunciando, el 22 de mayo de 1935,
“la entrega de los ferrocarriles del estado al capital inglés (cuando) Se
preparaba la compra del Ferrocarril Central Córdoba para el Estado para luego
maniobrarlo a favor del capital británico”.[1]
Sobrevino el peronismo, y allí se puso coto al
saqueo, mas no a las naturales y lógicas relaciones económicas y financieras
entre Argentina e Inglaterra, aunque ahora celebradas con dignidad y respeto.
Pero logrado el golpe de Estado de 1955, nunca más hubo de recuperarse la
nación y hoy, ya con nuevos actores mundiales, tal División Internacional del
Trabajo prosigue su derrotero dentro de la tecnocracia vigente.
En el fútbol local, tal esquema también existe.
Mientras que en el pasado –orígenes de nuestro fútbol profesional- las figuras
nacían y morían deportivamente hablando en el país, hoy en día los clubes de
fútbol europeos, reconvertidos en megaempresas del deporte, compran a los
futuros cracks antes de que desarrollen su físico, a edades que pueden ir desde
los 10 o los 13 años de edad.
La “industrialización
del juego”, que hoy se practica a la misma velocidad que la tecnología
virtual, arranca de las inferiores de los clubes criollos a los retoños que
todavía no han desarrollado para sí una personalidad de cuño argentino. Lionel
Messi, para ilustrar el ejemplo, me parece lo más acertado en este punto: a los
13 años de edad, ya se había convertido en un producto del fútbol, al ser
comprado por el Barcelona de España, quien le pagó un tratamiento para el
crecimiento corporal y le dio una formación digna del jugador envuelto, más que
en prácticas libres y sin ataduras, en el insulso mundo de las ganancias, las
estadísticas y los valores bursátiles (pues, el F. C. Barcelona cotiza en la
Bolsa de Valores).
Después: Messi es apenas el ejemplo que más a mano
tenemos para ejemplificar esta aberración del fútbol moderno, pero hay muchos
otros más que no han enraizado en su tierra, y que sí, en cambio, porque fueron
vendidos a bajo precio –cual materia prima- a clubes extranjeros, ahora éstos
los viven con la sola finalidad de incrementar el patrimonio empresarial de los equipos más afamados
de Europa.
Esa materia prima (jugador en edad de niño, virgen)
pasa toda su mejor etapa deportiva en suelo extraño, período en el que gasta
sus máximas energías triunfando y levantando copas que no aportan en nada a
nuestro fútbol local. Y una vez que ya empieza a envejecer; una vez que empieza
a recibir los primeros silbidos; una vez que empieza a notar que no puede
correr ni hacer goles como antes, entonces sí: lo repatrían, inservible como está, hasta confinarlo o en el club de
sus amores (en donde es un auténtico desconocido, porque fue arrancado desde
chico del país de origen) o en algún club que nadie conoce y que se ilusiona
con tener a la “figura” de casi treinta y pico de años y que tiene sus piernas
rotas y la cadera al borde del quebranto.
Es decir, que la vuelta de ese jugador que no
conoce su país –y al cual, desde lo futbolístico, poco y nada le aportó-, se
parece a esos recursos naturales de país subdesarrollado que, explotados por
alguna insensible y contaminante empresa multinacional, cuando ya no reportan
ganancia o rédito alguno, son abandonadas por la empresa que deja la zona desértica
e inútil para siempre. Verbigracia: La
Forestal inglesa en amplias zonas de Santa Fe, Santiago del Estero y el
Chaco, entre 1910 y 1945.
¿Por qué, entonces, si teníamos tantos “fenómenos”
en la Selección Nacional que fue a disputar el Mundial Brasil 2014, la gente se
disgustó con el director técnico Sabella porque no puso a un Carlos Tévez entre
los 22 convocados? Muy fácil: porque Tévez, fogueado y con varios años encima
en el fútbol local, ha demostrado ser un jugador guapo, valiente, encarador,
servicial y divertido, características estas que hoy no tiene el “jugador egoísta-angustiado” del fútbol
industrializado, que en vez de tener hambre de gloria y ganas de redimir a un
pueblo sufriente, se la pasa calculando su futuro en euros.
Vuelvo a Dante Panzeri, para quien el final del
potrero –donde Tévez la descoció, allá en los parajes abandonados de Fuerte
Apache- marcó, para siempre, el final del fútbol criollo a manos de otro
hiperindustrializado, cargado de figurones y miedosos preocupados en perder las
piernas y los contratos. De continuar así, jamás nos quitaremos el cáncer de la
División Internacional del Trabajo en nuestro fútbol. Y veremos, plácidamente,
como siguen corriendo los años y cómo, cada vez con mayor nostalgia, nos
acordaremos de los golazos criollos de Diego Armando Maradona en México
’86.
Por Gabriel
O. Turone
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