La imagen
expuesta fue publicada por un contacto que tengo en la red social "Facebook", y
representa una vista parcial de la Marcha “Ni Una Menos” que se llevó a cabo en
la Provincia de Córdoba el día de ayer, 19 de octubre de 2016. En el fondo de
la misma, sobresale una bandera roja con la inscripción “Ni Una Menos – Las Rojas”.
Allí no hay legitimidad en el reclamo sino oportunismo ideológico.
He conocido de mi paso por la Facultad de Ciencias
Sociales a esa organización claramente comunista en su concepción ideológica,
y, por fortuna, he guardado algunos volantes suyos que, con total impunidad,
por las consignas esgrimidas, distribuían en aulas, pasillos y a la salida de
aquella casa de altos estudios.
Me reservo entrar en el análisis de las marchas por
el “Ni Una Menos”, ya que lo merece en extensión, pero no paso por alto la
perversidad de la agrupación “Las Rojas”, venales en sus sentimientos y
tramposos en sus fines. Para ello, mostraré uno de esos volantes que “Las Rojas”
repartían en la Facultad de Ciencias Sociales (Sede Ramos Mejía, Capital
Federal) el 21 de agosto de 2009, en donde puede verse la brutalidad destructiva
de su prédica anticlerical, antinacional y antisocial, con menciones
específicas contra Monseñor Aguer (algo que continúa, firme, hasta nuestros
días) y a favor del asesinato abortista y del cientificismo (empirismo) y el
laicismo, características, todas, de la sociedad que no perfilaron un Rosas o
un Perón, para hablar de lo vernáculo.
La presencia de “Las Rojas” en una manifestación
como el “Ni Una Menos” es, sin dudas, una reafirmación de la ideología materialista
que persigue, permitiendo la subversión (o sea, otra versión alternativa) del
hecho que se quería expresar en las calles del país. Porque para “Las Rojas”,
la lucha contra la violencia hacia la mujer se traduce y reduce a un término
belicoso e ideologizado: el “feminismo”[1],
una de cuyas primeras significaciones se esboza en la obra del potentado
comunista Friedrich Engels titulada El
Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado (1884):
“El primer
antagonismo de clases de la historia coincide con el desarrollo del antagonismo
entre el hombre y la mujer unidos en matrimonio monógamo, y la primera opresión
de una clase por otra, con la del sexo femenino por el masculino.”
De allí que para agrupaciones como “Las Rojas” o la
Federación Argentina LGBT la unión natural del hombre y la mujer represente, de
acuerdo a su ideología comunista, una manifestación del carácter “burgués” del matrimonio, esto es, identificando
a esa unión bajo la dialéctica de la lucha de clases, en donde la mujer vendría
a ser “la clase dominada y oprimida”
y el hombre “la clase dominante y
opresora”.
Al mismo tiempo, quienes integran “Las Rojas” son
feministas de pura cepa, militantes de cuestiones que provienen de lo sexual
(ellas deconstruyen este término y le llaman “de género”[2])
y que las llevan a la arena político-ideológica de su conveniencia. Y
desobedeciendo las leyes inmanentes de la naturaleza (orden natural) teorizan
en que cada ser humano es el resultado de la historia y la cultura (proceso de
deconstrucción semántica). De este modo, y gracias a la publicidad de los
medios masivos de comunicación, se instala la idea de que los seres humanos “nacemos sexualmente indefinidos”,
premisa desde la cual se puede “construir”
su preferencia u orientación sexual. Replicada esta práctica por los grupos
radicalizados y por una prensa complaciente e interesada, la sociedad termina
por naturalizar, primero, y aceptar, después, las políticas de lobby practicadas
en los países preferentemente subdesarrollados y financiadas desde el exterior
por Fundaciones, “Think Tanks”, ONGs “mundialistas”, la ONU, el FMI, el Banco
Mundial, etc., etc. Este es, entonces, el proceso que se da para la aceptación
final de una nueva ética internacional que tiene por popes a las minorías en
detrimento de las mayorías.[3]
Así se entiende la encarnizada lucha de “Las Rojas”,
detrás de cuyo paragua se esconden grandísimos intereses comprometidos en el
rompimiento de la familia como institución fundamental de toda comunidad y de
los popes que, como Henry Kissinger en 1974 (Memo 200), vislumbraban el
despoblamiento de aquellas zonas donde abundan las materias primas para que los
países industrializados puedan seguir manteniendo un opulento status de vida.
[1] Eva Perón en La
Razón de mi Vida, se refería al “feminismo” de modo despectivo al
retratarlo como la “masculinización de
nuestro sexo”. (9º Edición, Peuser, Diciembre 1951, página 273)
[2] Por “género” entendemos al género humano, al género
animal, al género musical, pero
no a una categoría sexual. De allí, que hablar de ‘violencia de género’ es una expresión errónea.
Lo mismo que referirse a los asesinatos de mujeres bajo
el concepto de “femicidio”. Se debe decir homicidio,
puesto que “homi” proviene de “homo”, que quiere decir “semejante”, y tanto hombres
y mujeres son semejantes en cuanto humanos. Por ende, no hay, no existe en
ningún diccionario una explicación del prefijo “femi”, y mucho menos alguno que
contenga el término “femicidio”, el cual fue ‘construido’ por las minorías radicalizadas
para imponer su ideología políticamente correcta.
[3] El filósofo Alberto Buela sabe decir que el siglo XX
fue el de la aceptación de las mayorías, y el del siglo XXI favorable a las
minorías.
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