domingo, 27 de noviembre de 2016

APUNTES PERONISTAS SOBRE FIDEL CASTRO Y LA "REVOLUCION CUBANA"

Fidel Castro Ruz y Richard Nixon, entonces Vicepresidente de EE.UU., 1959.


Aquietada la polvareda que causó en las redes sociales de Internet el fallecimiento del Primer Ministro de Cuba Fidel Castro Ruz, que, como cualquier figura mundial, ha suscitado declamaciones a favor y en contra, quizás sea conveniente esbozar qué referencias tenían algunos referentes del peronismo respecto a su figura y la de la mentada “Revolución Cubana”.

Hemos leído por ahí a no pocos que han pretendido hacer notar una fusión de ideales entre la figura del difunto cubano con la de Juan Domingo Perón, publicando, para robustecer tal argumento, algunos audios de segundos de duración en los que Perón habla bien de Castro; las cartas que ambos se enviaron en 1974; el accionar de Fidel Castro en Bogotá, Colombia, como ‘joven agitador peronista nacido en Cuba’ –de acuerdo a la calificación secreta que de él hizo la CIA-; o, desde un plano meramente comercial, mencionando la apertura económica que llevó adelante el peronismo entre 1973/74 con la isla del Caribe vendiéndole maquinarias industriales, camiones, tractores, alimentos, etc.

Por empezar, y a la documentación nos remitimos, el peronismo ha sido una ideología y una doctrina pensada ‘desde y para lo nacional’, por cuanto “es el conjunto de ideas realizables que, de acuerdo con nuestro medio económico, social, político y cultural, tienen los peronistas para que en un entendimiento mutuo, con una común manera de ver, pensar y actuar, puedan coordinar sus esfuerzos para la realización de dichas ideas”.[1] Ni siquiera en el apogeo del peronismo intentó su mentor, Juan Perón, augurar una proyección internacionalista de su ideología, por la sencilla razón de que nunca el peronismo fue una ideología de exportación:

“En 1950, cuando el Justicialismo estaba en auge en la Argentina, fuimos invitados por algunos simpatizantes de diversos países latinoamericanos para realizar una “Internacional Justicialista” con la idea de extender nuestra ideología hacia otros países del Continente.

“Nuestra respuesta fue negativa porque consideramos entonces inapropiado que una doctrina nacionalista se transformara en ideario internacional. Seguimos pensando lo mismo, pero ofrecemos a los hermanos de América del Sur nuestra experiencia, nuestras ideas por si, de alguna manera, pudieran serles útiles en sus casos y situaciones particulares.”[2]

Al leer lo anterior, nos preguntamos cuán cierta puede ser la idea de un Fidel Castro que, estando en Bogotá, pudiera ser conceptuado por los organismos de Inteligencia de Estados Unidos bajo el mote de “joven agitador peronista”, idea de la que se agarran confundidos compatriotas al querer unificar los ideales de Fidel Castro con los de Juan Domingo Perón, así hayan existido algunos contactos entre el cubano Castro y los diplomáticos argentinos situados en Colombia.

El castrismo, por su parte, se gestó como “juguete de las circunstancias” de los poderes mundiales, tal como afirmara Perón, por eso tuvo un apoyo inicial de los Estados Unidos, para finalmente, y a partir del 2 de diciembre de 1961, Fidel Castro Ruz declarar que su régimen era marxista-leninista.

El ex FORJA, diplomático e historiador revisionista, Dr. Atilio García Mellid[3], aseguró en Revolución Nacional o Comunismo (1967, páginas 172 y 173) la verdadera motivación y naturaleza de la “Revolución Cubana” de 1959, que, lejos de ser portadora de una idea “libertaria” no fue, sino, un engranaje más dentro de lo que Perón denominaba Sinarquía Internacional:

“La intromisión soviética en las cuestiones internas de las naciones americanas es un hecho reiteradamente probado. Antes el trato era directo, en tanto ahora se opera por intermedio de la cabeza de puente instalada en Cuba. Fidel Castro, cuya confesión de ser marxista-leninista fue espontáneamente prestada, recibe de la Unión Soviética un respaldo amplio, público y desafiante. Si bien la URSS debió ceder, en octubre de 1962, en la cuestión de los proyectiles teledirigidos, que se vio obligada a retirar de la isla antillana, presionada por la enérgica actitud asumida por los Estados Unidos, la íntima cooperación no dejó de manifestarse. A solamente dos meses de aquel episodio, ante el Soviet Supremo, el 12 de diciembre, Kruhschev declaró que la URSS le daría amplio respaldo a Cuba si fuera atacada; posición que ratificó el ideólogo Suslov, en una importante conferencia realizada el 2 de enero de 1963.

“Fidel Castro montó su tienda insurreccional en la Sierra Maestra y logró que Cuba cayera en sus manos, no por la acción de sus guerrillas, sino por complicidades de los ingenios azucareros norteamericanos, que necesitaban la eliminación de la guerra civil para levantar en paz sus cosechas promisorias. Jugaron a la carta del “demócrata” Castro, que sepultó con esa ayuda ajena al déspota Batista. La revolución cubana, consolidada en la línea comunista, oculta estos hechos y glorifica a la “guerra de guerrillas” como instrumento invencible de la “liberación americana”. Rápidamente proclamó que “toda América debe levantarse y convertir la cordillera de los Andes en otra Sierra Maestra”. ¿Con capitalistas norteamericanos?”

El ex Secretario Político de Perón, Julián Licastro, ha definido muy bien el aliento que desde Cuba hizo Fidel Castro sobre las organizaciones armadas que asolaron la Argentina e, incluso, al gobierno constitucional surgido en mayo de 1973. Pone especial atención tanto en el ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo) como en la Organización Montoneros, por eso dirá que

“La decisión estratégica de Montoneros fue por el socialismo y la lucha armada: ése es el proyecto. El modelo de ese proyecto es el modelo marxista, no es ni el socialdemócrata ni el justicialista. El modelo de la lucha armada a su vez, es la guerrilla urbana, es el foquismo, castrista o guevarista.”[4]

O sea, el accionar de las organizaciones subversivas locales consistía en la aplicación de métodos cubanos (castristas/ guevaristas), los cuales se podían enseñar, mediante entrenamientos de tipo militar, en la propia isla. Así mismo, Licastro advierte el pésimo análisis que hicieron aquellos vanguardistas sin olor a pueblo al momento de aplicar su criminalidad:

“(Sin embargo) Hay una desconexión de las realidades: el ejército de (Fulgencio) Batista no es el ejército de Lanusse, el ejército cubano es la guardia pretoriana de un tirano, pero no es el ejército nacional profesional, más allá de todas las críticas que se le puedan hacer a la cúpula liberal. (…) La conclusión práctica de esta desviación fue que, en el proyecto socialista-marxista y en el método de la acción directa foquista, ellos tenían que desarrollar la lucha ideológica, forzando la doctrina peronista hacia la extrema izquierda. (…) [Perón] les explicaba que para conectarse con la Unión Soviética como gran potencia no necesitaba ni a Cuba ni a Castro.”[5]

Conectándolo con lo anterior, García Mellid ya había hecho la advertencia que ahora hace Licastro, cuando aquél afirmaba con acierto de que “Debemos, pues, apelar a los marxistas para que se sinceren consigo mismo; no cabe que sigan mancillando vocablos sagrados, que expresan exactamente lo contrario de lo que se proponen obtener. Es hora de que adviertan que no puede haber nacionalismo que no sea irreductible y violentamente antimarxista”.[6] Aquí, entonces, es donde se precisa con descarno la diferencia fundamental que existe entre la ideología peronista de la ideología castrista.

Hay un dato de Inteligencia que lo aporta en una de sus obras Juan Bautista Yofre. El coronel (R) Santiago Menéndez había sido, entre otras cosas, Jefe del Regimiento de Infantería I ‘Patricios’, miembro del GOU (Grupo de Obra de Unificación) y, a finales de la Segunda Guerra Mundial, Perón lo designó agregado militar en Cuba. No lo confirma Yofre, pero según parece Menéndez permaneció por durante varios años haciendo Inteligencia en el Caribe. “En Cuba tuvo varios ‘hallazgos’: conoció y fichó a Fidel Castro, al cual ubicó como bailarín de dudosa moralidad”, anota Yofre del testimonio de un “intimo colaborador” del coronel retirado Menéndez.[7]

El internacionalismo de Fidel Castro –muy contrario al nacionalismo del justicialismo fundado por Perón-, es notorio cuando el 20 de agosto de 1970 Mario Eduardo Firmenich fue recibido en La Habana como un “héroe del Marxismo-Leninismo”…mientras otros que estaban en la conducción de Montoneros con él morían en Capital Federal y el Gran Buenos Aires entregados por la ‘interna’ Aramburu-Onganía.

Mucha de la sangre argentina que se derramó entre 1964 y 1989 (incluyendo los asesinatos de soldados, suboficiales y oficiales durante el copamiento del Regimiento de Infantería 3 “Gral. Belgrano” de La Tablada), se debieron a que el comandante Fidel Castro Ruz deseaba exportar el comunismo o socialismo a Hispanoamérica convirtiendo “a Cuba en un campo de adiestramiento de la guerrilla latinoamericana”. Y lo hizo no solamente con armamentos, tácticas y técnicas militares cubanas, sino, además, con hombres. Así, desde muy temprano, el 18 de abril de 1964, moría en combate el subversivo cubano Horacio Peña Torre en Orán, Salta, cuando la Gendarmería abatió al EGP (Ejército Guerrillero del Pueblo) que lideraba Jorge Ricardo “Comandante Segundo” Masetti.

Por último, aunque para nada final en lo referente a este asunto, no debe olvidarse la relevación que hizo Yofre en uno de sus últimos libros (Puerta de Hierro, Sudamericana, 2015), cuando, en las páginas 526 y 527, muestra el fascímil de un documento secreto que un ‘topo’ que Perón tenía inserto en el PRT-ERP le anunciaba sobre el posible asesinato suyo durante su regreso a la Argentina el 17 de noviembre de 1972. Ese documento está lleno de léxicos a descifrar, en donde se deducía que el propio aliado de Fidel Castro, Roberto Mario Santucho, había esbozado en un plenario que Perón iba a caer muerto por su organización terrorista.

Cualquier semejanza con lo que pasó…no fue mera coincidencia.


Por Gabriel O. Turone


[1] “Manual del Peronista”, Partido Peronista, Consejo Superior Ejecutivo, Buenos Aires, 1948, página 25.
[2] “La hora de los pueblos”, de Juan D. Perón, Editorial Pleamar, Buenos Aires, Argentina, 1973, página 100.
[3] García Mellid fue Embajador argentino en Canadá entre 1949 y 1950. Anteriormente, Secretario de Cultura del Ministerio de Relaciones Internacionales de la Nación. Durante la “Resistencia Peronista” ejerció como ‘correo’ de Perón.
[4] “Mi encuentro con Perón”, de Julián Licastro, Ediciones Lumiere, Buenos Aires, Argentina, 2008, página 163.
[5] Op. cit., páginas 163 y 164.
[6] “Revolución Nacional o Comunismo”, de Atilio García Mellid, página 292.
[7] “Nadie Fue”, de Juan Bautista Yofre, 3ª Edición del autor, 2006, página 32. 

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