Fidel Castro Ruz y Richard Nixon, entonces Vicepresidente de EE.UU., 1959.
Aquietada la
polvareda que causó en las redes sociales de Internet el fallecimiento del
Primer Ministro de Cuba Fidel Castro Ruz, que, como cualquier figura mundial,
ha suscitado declamaciones a favor y en contra, quizás sea conveniente esbozar
qué referencias tenían algunos referentes del peronismo respecto a su figura y
la de la mentada “Revolución Cubana”.
Hemos
leído por ahí a no pocos que han pretendido hacer notar una fusión de ideales
entre la figura del difunto cubano con la de Juan Domingo Perón, publicando,
para robustecer tal argumento, algunos audios de segundos de duración en los
que Perón habla bien de Castro; las
cartas que ambos se enviaron en 1974; el accionar de Fidel Castro en Bogotá,
Colombia, como ‘joven agitador peronista nacido en Cuba’ –de acuerdo a la
calificación secreta que de él hizo la CIA-; o, desde un plano meramente
comercial, mencionando la apertura económica que llevó adelante el peronismo
entre 1973/74 con la isla del Caribe vendiéndole maquinarias industriales, camiones,
tractores, alimentos, etc.
Por
empezar, y a la documentación nos remitimos, el peronismo ha sido una ideología
y una doctrina pensada ‘desde y para lo nacional’, por cuanto “es el conjunto de ideas realizables que,
de acuerdo con nuestro medio económico, social, político y cultural, tienen los
peronistas para que en un entendimiento mutuo, con una común manera de ver,
pensar y actuar, puedan coordinar sus esfuerzos para la realización de dichas
ideas”.[1] Ni
siquiera en el apogeo del peronismo intentó su mentor, Juan Perón, augurar una
proyección internacionalista de su ideología, por la sencilla razón de que
nunca el peronismo fue una ideología de exportación:
“En 1950, cuando el Justicialismo estaba en
auge en la Argentina, fuimos invitados por algunos simpatizantes de diversos
países latinoamericanos para realizar una “Internacional Justicialista” con la
idea de extender nuestra ideología hacia otros países del Continente.
“Nuestra respuesta fue negativa
porque consideramos entonces inapropiado que una doctrina nacionalista se
transformara en ideario internacional. Seguimos pensando lo mismo, pero
ofrecemos a los hermanos de América del Sur nuestra experiencia, nuestras ideas
por si, de alguna manera, pudieran serles útiles en sus casos y situaciones
particulares.”[2]
Al
leer lo anterior, nos preguntamos cuán cierta puede ser la idea de un Fidel
Castro que, estando en Bogotá, pudiera ser conceptuado por los organismos de
Inteligencia de Estados Unidos bajo el mote de “joven agitador peronista”, idea
de la que se agarran confundidos compatriotas al querer unificar los ideales de
Fidel Castro con los de Juan Domingo Perón, así hayan existido algunos contactos
entre el cubano Castro y los diplomáticos argentinos situados en Colombia.
El
castrismo, por su parte, se gestó como “juguete de las circunstancias” de los
poderes mundiales, tal como afirmara Perón, por eso tuvo un apoyo inicial de
los Estados Unidos, para finalmente, y a partir del 2 de diciembre de 1961,
Fidel Castro Ruz declarar que su régimen era marxista-leninista.
El
ex FORJA, diplomático e historiador revisionista, Dr. Atilio García Mellid[3],
aseguró en Revolución Nacional o
Comunismo (1967, páginas 172 y 173) la verdadera motivación y naturaleza de
la “Revolución Cubana” de 1959, que, lejos de ser portadora de una idea
“libertaria” no fue, sino, un engranaje más dentro de lo que Perón denominaba Sinarquía Internacional:
“La
intromisión soviética en las cuestiones internas de las naciones americanas es
un hecho reiteradamente probado. Antes el trato era directo, en tanto ahora se
opera por intermedio de la cabeza de puente instalada en Cuba. Fidel Castro,
cuya confesión de ser marxista-leninista fue espontáneamente prestada, recibe
de la Unión Soviética un respaldo amplio, público y desafiante. Si bien la URSS
debió ceder, en octubre de 1962, en la cuestión de los proyectiles
teledirigidos, que se vio obligada a retirar de la isla antillana, presionada
por la enérgica actitud asumida por los Estados Unidos, la íntima cooperación
no dejó de manifestarse. A solamente dos meses de aquel episodio, ante el
Soviet Supremo, el 12 de diciembre, Kruhschev declaró que la URSS le daría amplio
respaldo a Cuba si fuera atacada; posición que ratificó el ideólogo Suslov, en
una importante conferencia realizada el 2 de enero de 1963.
“Fidel
Castro montó su tienda insurreccional en la Sierra Maestra y logró que Cuba
cayera en sus manos, no por la acción de sus guerrillas, sino por complicidades
de los ingenios azucareros norteamericanos, que necesitaban la eliminación de
la guerra civil para levantar en paz
sus cosechas promisorias. Jugaron a la carta del “demócrata” Castro, que
sepultó con esa ayuda ajena al déspota Batista. La revolución cubana,
consolidada en la línea comunista, oculta estos hechos y glorifica a la “guerra
de guerrillas” como instrumento invencible de la “liberación americana”.
Rápidamente proclamó que “toda América debe levantarse y convertir la
cordillera de los Andes en otra Sierra Maestra”. ¿Con capitalistas norteamericanos?”
El
ex Secretario Político de Perón, Julián Licastro, ha definido muy bien el
aliento que desde Cuba hizo Fidel Castro sobre las organizaciones armadas que
asolaron la Argentina e, incluso, al gobierno constitucional surgido en mayo de
1973. Pone especial atención tanto en el ERP (Ejército Revolucionario del
Pueblo) como en la Organización Montoneros, por eso dirá que
“La decisión estratégica de Montoneros fue
por el socialismo y la lucha armada: ése es el proyecto. El modelo de ese
proyecto es el modelo marxista, no es ni el socialdemócrata ni el
justicialista. El modelo de la lucha armada a su vez, es la guerrilla urbana,
es el foquismo, castrista o guevarista.”[4]
O
sea, el accionar de las organizaciones subversivas locales consistía en la
aplicación de métodos cubanos (castristas/ guevaristas), los cuales se podían
enseñar, mediante entrenamientos de tipo militar, en la propia isla. Así mismo,
Licastro advierte el pésimo análisis que hicieron aquellos vanguardistas sin
olor a pueblo al momento de aplicar su criminalidad:
“(Sin embargo) Hay una desconexión de las
realidades: el ejército de (Fulgencio) Batista no es el ejército de Lanusse, el
ejército cubano es la guardia pretoriana
de un tirano, pero no es el ejército nacional profesional, más allá de todas
las críticas que se le puedan hacer a la cúpula liberal. (…) La conclusión
práctica de esta desviación fue que, en el proyecto socialista-marxista y en el
método de la acción directa foquista, ellos tenían que desarrollar la lucha
ideológica, forzando la doctrina peronista hacia la extrema izquierda. (…)
[Perón] les explicaba que para conectarse con la Unión Soviética como gran
potencia no necesitaba ni a Cuba ni a Castro.”[5]
Conectándolo con lo
anterior, García Mellid ya había hecho la advertencia que ahora hace Licastro,
cuando aquél afirmaba con acierto de que “Debemos,
pues, apelar a los marxistas para que se sinceren consigo mismo; no cabe que
sigan mancillando vocablos sagrados, que expresan exactamente lo contrario de
lo que se proponen obtener. Es hora de que adviertan que no puede haber
nacionalismo que no sea irreductible y violentamente antimarxista”.[6]
Aquí, entonces, es donde se precisa con descarno la diferencia fundamental que
existe entre la ideología peronista de la ideología castrista.
Hay
un dato de Inteligencia que lo aporta en una de sus obras Juan Bautista Yofre.
El coronel (R) Santiago Menéndez había sido, entre otras cosas, Jefe del
Regimiento de Infantería I ‘Patricios’, miembro del GOU (Grupo de Obra de
Unificación) y, a finales de la Segunda Guerra Mundial, Perón lo designó agregado
militar en Cuba. No lo confirma Yofre, pero según parece Menéndez permaneció por
durante varios años haciendo Inteligencia en el Caribe. “En Cuba tuvo varios ‘hallazgos’: conoció y fichó a Fidel Castro, al
cual ubicó como bailarín de dudosa moralidad”, anota Yofre del testimonio
de un “intimo colaborador” del
coronel retirado Menéndez.[7]
El internacionalismo
de Fidel Castro –muy contrario al nacionalismo del justicialismo fundado por
Perón-, es notorio cuando el 20 de agosto de 1970 Mario Eduardo Firmenich fue
recibido en La Habana como un “héroe del
Marxismo-Leninismo”…mientras otros que estaban en la conducción de
Montoneros con él morían en Capital Federal y el Gran Buenos Aires entregados
por la ‘interna’ Aramburu-Onganía.
Mucha
de la sangre argentina que se derramó entre 1964 y 1989 (incluyendo los
asesinatos de soldados, suboficiales y oficiales durante el copamiento del
Regimiento de Infantería 3 “Gral. Belgrano” de La Tablada), se debieron a que
el comandante Fidel Castro Ruz deseaba exportar el comunismo o socialismo a
Hispanoamérica convirtiendo “a Cuba en
un campo de adiestramiento de la guerrilla latinoamericana”. Y lo hizo no
solamente con armamentos, tácticas y técnicas militares cubanas, sino, además,
con hombres. Así, desde muy temprano, el 18 de abril de 1964, moría en combate
el subversivo cubano Horacio Peña Torre en Orán, Salta, cuando la Gendarmería
abatió al EGP (Ejército Guerrillero del Pueblo) que lideraba Jorge Ricardo “Comandante Segundo” Masetti.
Por
último, aunque para nada final en lo referente a este asunto, no debe olvidarse
la relevación que hizo Yofre en uno de sus últimos libros (Puerta de Hierro, Sudamericana, 2015), cuando, en las páginas 526 y
527, muestra el fascímil de un documento secreto que un ‘topo’ que Perón tenía
inserto en el PRT-ERP le anunciaba sobre el posible asesinato suyo durante su
regreso a la Argentina el 17 de noviembre de 1972. Ese documento está lleno de
léxicos a descifrar, en donde se deducía que el propio aliado de Fidel Castro,
Roberto Mario Santucho, había esbozado en un plenario que Perón iba a caer
muerto por su organización terrorista.
Cualquier
semejanza con lo que pasó…no fue mera coincidencia.
[1] “Manual del Peronista”, Partido Peronista, Consejo
Superior Ejecutivo, Buenos Aires, 1948, página 25.
[2] “La hora de los pueblos”, de Juan D. Perón, Editorial
Pleamar, Buenos Aires, Argentina, 1973, página 100.
[3] García Mellid fue Embajador argentino en Canadá entre
1949 y 1950. Anteriormente, Secretario de Cultura del Ministerio de Relaciones
Internacionales de la Nación. Durante la “Resistencia Peronista” ejerció como
‘correo’ de Perón.
[4] “Mi encuentro con Perón”, de Julián Licastro,
Ediciones Lumiere, Buenos Aires, Argentina, 2008, página 163.